Si bien es cierto que ser mamá es maravilloso, te da grandes satisfacciones, alegrías y gozo, también hay una parte obscura, angustiante y hasta dolorosa, porque sabes que no todo lo que le sucede a tus hijos dependen de ti, hay situaciones que se quedan fuera de tu manos y con las que solo te queda lidiar, sin que exista una solución que tu puedas controlar y eso precisamente pasa cuando los hijos se enferman y tienen que ser sometidos a tratamientos que les genera dolor. Uno como madre ruega para ser quien pueda recibir los pinchazos en su lugar, quien pueda que estar hospitalizada por días y días, quien tenga que pasar por todas las dolorosas pruebas que en ocasiones se les tienen que practicar para tener un diagnóstico de su padecimiento.
Hace exactamente un mes pude vivir un poco de lo que muchas madres viven con sus hijos enfermos; Joaquín tuvo una crisis de fiebre por 13 días, fuimos al pediatra, le hicieron pruebas, lo tuvimos que internar, le hicieron más pruebas, le dieron tratamiento preventivo por posible síndrome de Kawasaki y al final la fiebre cedió sin saber realmente cuál fue el padecimiento.
Siempre te dices a ti misma que debes ser fuerte, que no debes llorar, que tu hijo debe verte entera para saber que pueda tener confianza de que todo está bien, la verdad yo hacía todo lo contrario, lloraba, me angustiaba verlo gritar de dolor y de miedo, tenía ganas de arrebatarles a las enfermeras las jeringas con las que lo inyectaban o le sacaban sangre, prendí que es una de las sensaciones más dolorosas, lo que me hizo conectar con otras madres que pasan por lo mismo durante largo tiempo.
Ver a mi alrededor a otros padres que se encontraban en la misma situación en la que estábamos mi esposo y yo, cuidándolos mientras se recuperaban en un hospital donde recibían atención, tratamiento y muchas dosis de dolor, sin importar de que condición socioeconómica éramos cada uno, todos vivíamos con la angustia de ver que nuestros hijos estaban postrados en una cama en tratamientos para ayudarlos a recuperar lo más preciado de la vida: la salud.
Los días que uno pasa en un hospital son eternos, muchas veces en soledad, solo esperando a que pasen a darte información sobre los avances en los tratamientos, viendo como le dan uno u otro medicamento y deseando que llegue el día del alta clínica; razón por la cual, decidí escribir este artículo haciendo un especial reconocimiento a todas esas madres y padres que atraviesan por situaciones similares y están presentes para sus hijos, porque nadie sabe el dolor y la angustia de un padre que pasa la noche junto a su hijo más que el mismo.
Mamá, abogada, mentora de negocios, fundadora de Empoderarte Mujer Mx, Bazar Empoderarte Mx y Hoja Verde papelería, Host de Charlas entre Mujeres.
Escritora por pasión, colaboradora asidua de causas sociales, trabajando con emprendedoras en el desarrollo y profesionalización de sus negocios.
Creciendo en tribu, siempre buscando como aportar valor a las personas que me rodean.
Mamá de 2 + 3 perritas