Ya sea un dependiente, un compañero de clase o incluso un familiar, todos nos hemos encontrado en algún momento de nuestra vida con alguien que padecía de esta incómoda condición que consiste en el mal olor del aliento.

Sin embargo, si os habéis encontrado padeciendo dicha condición, sabrás de buena tinta que los efectos que tiene en la confianza y las relaciones con amigos, familia, e incluso desconocidos, pueden ser realmente devastadores.

Es muy difícil mantener conversaciones o incluso mirar en la dirección deseada de alguien mientras le hablas si todo lo que hay en tu cabeza es la perpetua preocupación de que tu aliento le vaya a desagradar.

La peor parte es que los motivos pueden ser muy variados, desde la aparición de tonsilolitos, molestas agrupaciones de tejido muerto y comida en las amígdalas, hasta el uso de aparato, que favorece las heridas y llagas en la boca, junto con la proliferación de las caries debido a la comida que se queda atrapada entre el metal y el esmalte.

Por suerte, existen varios métodos, como el uso de irrigadores dentales y otras herramientas bucodentales para evitar y eliminar esta terrible enfermedad. En este artículo profundizaremos en ellos.

La adquisición de un irrigador dental

La mejor herramienta a la hora de acabar con toda traza de suciedad en nuestra boca y dientes es el irrigador dental, pues es versátil y alcanza el 100% de la boca.

No sólo está recomendado por todos los profesionales del mundo odontológico, es que además muestra claras ventajas para sus usuarios y supone un ahorro de dinero a largo plazo debido a que nos acaba evitando viajes innecesarios al dentista.

El funcionamiento de un irrigador dental consiste en un pequeño depósito de agua rellenable, del que parte un tubito que lleva a una estructura muy semejante a la de un cepillo de dientes convencional, excepto por la pequeña y fina protuberancia que se halla en el lugar de las cerdas.

A través de este pequeño orificio, el agua sale a alta presión, aunque el grado exacto de presión se puede modificar en la mayoría de modelos del mercado.

Este chorrito de agua a presión es perfecto para empujar la suciedad que se acumula entre los dientes, pero también es muy práctico a la hora de eliminar los molestos tonsilolitos, que caen con facilidad de las amígdalas una vez enfocados con este preciso aparato.

Por si fuera poco, los irrigadores dentales se pueden encontrar a precios muy asequibles en paginas como https://tuirrigadordental.com , y sin sacrificar ni un poco de la calidad que ofrecen las grandes marcas como Oral-B o Waterpik.

La variedad y el rango de personalización de los irrigadores es también amplísimo, pues podemos encontrarlos con cabezales especiales de cepillo de dientes para aquellas personas que tengan las encías sensibles o usen prótesis dentales y busquen ser particularmente cuidadosos, mediante modelos con el cabezal fino que usan los propios dentistas en todo el mundo, o incluso, podemos encontrar equipos portátiles muy prácticos si buscamos mantener nuestra dentadura limpia en un largo viaje.

Cuidar nuestra técnica de cepillado

Es bien sabido por toda aquella persona que haya visitado a un dentista en alguna ocasión que siempre hacen particular hincapié en el cepillado de los dientes, la primera barrera y la más básica a la hora de asegurarnos de que la placa dental no se está acumulando en nuestro esmalte.

Las diferentes técnicas de cepillado pueden variar dependiendo del especialista y su escuela de aprendizaje, pero la idea general se comparte: queremos barrer y disolver la placa más externa para evitar que deshaga nuestro esmalte y produzca caries.

Sin embargo, por muy buena y constante que sea nuestra técnica de cepillado, hay ocasiones en las que el cepillo no llega a alcanzar los cúmulos más escondidos de comida y bacterias en nuestra boca, a no ser que estemos hablando de un irrigador con cabezal de cepillo, que suma la limpieza de las cerdas duras del cepillo con el alcance del propio chorro de agua del irrigador en cuestión.

Además de esto, si la causa de nuestro mal aliento son los previamente mencionados tonsilolitos, el cepillo es completamente incapaz de ayudarnos a eliminarlos de nuestras amígdalas, al contrario que con el irrigador dental, que puede alcanzar las partes más profundas de nuestra boca sin ningún problema.

Un uso apropiado del hilo dental

El mal olor que provoca la halitosis suele nacer de alguna clase de descomposición que esté tomando lugar en nuestra boca. Esta descomposición puede suceder, particularmente, en los espacios interdentales y en la parte interna de la encía.

Estas zonas son muy difíciles de alcanzar con un cepillo, aunque no tanto con un irrigador dental. Si queremos asegurarnos de que estamos usando bien el hilo dental, basta con seguir una sencilla serie de reglas.

Una vez entre los dientes, no debemos mover el hilo dental como si fuese una sierra, al contrario de la creencia popular. En su lugar, deberíamos apretarlo contra la pared de cada diente, y subir y bajar suavemente, introduciendo sólo un poco el hilo en la encía para evitar atravesar la barrera biológica, pero a la vez, eliminar los restos de comida enterrados. Por último, si sacamos el hilo roto o deshilachado, debemos contactar con nuestro dentista, pues eso indica una calcificación de la placa.

En el caso de tener brackets, lo ideal es llevar a cabo la limpieza interdental con un irrigador, dado que el agua a presión es capaz de empujar la suciedad a través de los dientes y que el uso del hilo dental en casos así es engorroso o incluso imposible.

Sea como fuere, si buscamos evitar o solucionar el mal olor de nuestro aliento, hay pocas herramientas tan prácticas como un irrigador dental, además de estos útiles consejos para mantener nuestras bocas impolutas.

Aún con ello, es buena idea visitar al dentista al menos una vez al año y no comer alimentos excesivamente azucarados, pues la glucosa es el alimento favorito de las bacterias que consumen el esmalte.

Revista Sentido de Mujer

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